Harriet Tubman fue una abolicionista y activista afroamericana que escapó de la esclavitud y ayudó a liberar a decenas de personas a través del Ferrocarril Subterráneo. Espía durante la Guerra Civil y defensora de los derechos civiles, su valentía la convirtió en un símbolo de lucha por la libertad y la justicia.

Infancia y esclavitud (c.1822–1849)

Harriet Tubman nació como Araminta Ross alrededor del año 1822 en el condado de Dorchester, Maryland, en una plantación esclavista. Sus padres, Harriet «Rit» Green y Ben Ross, eran esclavos, y desde pequeña estuvo sometida a la dura realidad del trabajo forzado, la violencia y la separación familiar, características crueles del sistema esclavista en Estados Unidos.

Desde los cinco años, «Minty», como era conocida en su niñez, fue alquilada a diversas familias blancas para realizar tareas domésticas y de campo. A tan temprana edad, sufrió negligencia, castigos físicos y una desprotección total. Su salud se deterioró pronto debido al maltrato y a las duras condiciones de vida. Uno de los episodios más traumáticos ocurrió cuando tenía unos trece años: fue golpeada violentamente en la cabeza con un peso de hierro por intervenir para proteger a otro esclavo. Este golpe le causó una lesión cerebral permanente que provocaría desmayos y visiones durante el resto de su vida.

Tras la agresión en la cabeza

Lejos de debilitarla, este incidente reforzó su fe espiritual, la cual sería un pilar fundamental en su lucha futura. Harriet creía que sus visiones eran mensajes divinos que la guiaban, y desarrolló una espiritualidad intensa que influiría en su determinación y valor. Durante su juventud, trabajó muy duro en el campo, en la tala de árboles y en otros trabajos pesados, labores inusuales para una mujer en ese contexto, era una mujer fuerte y resistente.Todo esto contribuyó a formar el carácter que más adelante le permitiría enfrentar los desafíos de la libertad.

En 1844, Harriet se casó con un hombre negro libre llamado John Tubman. Aunque el matrimonio no le otorgó la libertad legal, sí adoptó su apellido, y tiempo después cambió su nombre a Harriet, en honor a su madre. La amenaza de ser vendida al sur tras la muerte de su dueño la impulsó a una decisión radical. En 1849, Harriet escapó de la esclavitud y huyó hacia el norte. Fue el comienzo de una vida dedicada no solo a su propia libertad, sino a la liberación de cientos de personas más.

Huida hacia la libertad y primeros rescates (1849–1851)

En 1849, Harriet Tubman tomó la decisión más valiente de su vida: escapar de la esclavitud. Después de enterarse de que sería vendida a otra plantación en el sur, decidió no esperar su destino. Aprovechando la muerte de su amo y el caos que reinaba en la plantación, escapó una noche de otoño, sola y sin armas.

Ayudada por miembros de la red secreta conocida como el Ferrocarril Subterráneo, Harriet logró recorrer más de 150 kilómetros hasta alcanzar la libertad en Filadelfia, Pensilvania. Este sistema de rutas clandestinas, operado por abolicionistas blancos y negros, fue crucial para ayudar a los esclavos a escapar hacia estados libres o Canadá. Aunque alcanzó la libertad, Harriet no pudo sentirse completa, sabiendo que su familia y muchos otros seguían atrapados en la esclavitud.

Regresar para rescatar a su familia

Apenas un año después de su propia huida, Tubman regresó al sur para rescatar a su familia, arriesgando su vida al volver a territorio esclavista. Su primer rescate fue el de su sobrina y los hijos de esta, a quienes logró llevar a salvo hasta el norte. Poco tiempo después, intentó convencer a su esposo John Tubman de que escapara con ella, pero él se había vuelto a casar y se negó a irse. Este rechazo no la detuvo: Harriet continuó organizando misiones de rescate, ayudando a más esclavos a alcanzar la libertad.

Entre 1850 y 1851, realizó varios viajes clandestinos, perfeccionando sus métodos: viajaba de noche, usaba claves secretas y aprovechaba señales naturales para orientarse. Su ingenio era tal que, según se cuenta, nunca perdió a una sola persona en sus operaciones.

En 1850 se promulgó la Ley de Esclavos Fugitivos, que obligaba a los estados del norte a devolver a los esclavos que hubieran escapado. Esto aumentó el peligro para la protagonista de esta historia y quienes la acompañaban. Como respuesta, amplió su red hacia Canadá, donde la esclavitud ya había sido abolida. Para entonces, Harriet no solo era una mujer libre: se había convertido en una figura clave del Ferrocarril Subterráneo, comprometida con liberar a tantos como pudiera.

La conductora del Ferrocarril subterráneo (1851–1860)

Durante la década de 1850, Harriet Tubman ya era muy famosa. Fue conocida como «la Moisés de su pueblo» por su capacidad para guiar a otros hacia la libertad, tal como el personaje bíblico guió a los israelitas fuera de Egipto. Entre 1851 y 1860, realizó cerca de trece misiones al sur, rescatando a aproximadamente setenta personas directamente, y ayudando a muchas más con instrucciones, contactos y planificación.

Harriet utilizaba una red cuidadosamente organizada de casas seguras, conocidas como «estaciones», donde abolicionistas y simpatizantes ocultaban a los fugitivos. Ella siempre viajaba de noche, se disfrazaba para no ser reconocida y usaba canciones o señales secretas para comunicarse. En ocasiones, llevaba un arma, no solo para proteger al grupo de cazadores de esclavos, sino también para evitar que alguien se echara atrás y pusiera en riesgo al resto del grupo.

Una de sus estrategias más efectivas fue la de salir en invierno y cerca de días festivos, cuando la vigilancia era más laxa. También tomaba rutas poco comunes y se mantenía en movimiento constante. Su reputación creció tanto que los dueños de esclavos ofrecieron recompensas de hasta 40.000 dólares por su captura, aunque jamás fue detenida ni traicionada.

Su ascenso en la esfera abolicionista

A pesar del peligro constante, Harriet nunca dudó en regresar por su familia. En 1857, logró sacar a sus padres del sur, ya ancianos, y llevarlos a Auburn, Nueva York, donde establecería su hogar. También se convirtió en una figura cada vez más conocida entre los círculos abolicionistas, colaborando con personalidades como Frederick Douglass y William Still.

Además de sus misiones, Harriet ayudaba a planificar fugas y a recaudar fondos para otros. Vivía con modestia y muchas veces donaba lo que tenía para facilitar nuevas escapadas. Su fe religiosa seguía siendo su mayor fortaleza; decía que escuchaba la voz de Dios guiándola en cada misión. Para 1860, Tubman ya era una leyenda viviente, admirada por su valentía, su estrategia y su compasión. Sin embargo, su lucha no terminó ahí: la Guerra Civil pronto le ofrecería un nuevo escenario para luchar por la libertad.

Harriet Tubman y la Guerra Civil (1861–1865)

Cuando estalló la Guerra Civil en 1861, Harriet Tubman vio una nueva oportunidad para luchar por la libertad de su pueblo. El conflicto entre los estados esclavistas del sur y los estados libres del norte se convirtió en un campo de batalla no solo militar, sino también moral. Para Harriet, era una continuación natural de la causa por la que ya había arriesgado su vida durante años.

Tubman se ofreció como voluntaria para el Ejército de la Unión, donde trabajó inicialmente como enfermera y cocinera para las tropas negras en Carolina del Sur. Sus conocimientos sobre hierbas medicinales y remedios naturales fueron vitales para tratar enfermedades como la disentería y el tifus, comunes en los campamentos. Sin embargo, su rol pronto fue mucho más allá de lo asistencial.

Gracias a su experiencia como guía y espía autodidacta, fue reclutada por el ejército de la Unión como espía y exploradora. Utilizando su red de contactos y sus habilidades en navegación de terrenos peligrosos, Tubman organizó misiones de inteligencia detrás de las líneas enemigas, obteniendo información clave sobre movimientos de tropas confederadas, rutas de suministro y posiciones estratégicas.

Completamente alineada con el Ejército de la Unión

Uno de los momentos más destacados de su participación en la guerra fue en 1863, durante la expedición del río Combahee. En esta operación, Tubman lideró un grupo de soldados de la Unión por aguas minadas y terrenos hostiles. La acción resultó en la liberación de más de 700 esclavos, lo que convirtió a Harriet en la primera mujer en Estados Unidos en liderar una operación militar armada.

A lo largo de la guerra, su trabajo no solo salvó vidas sino que también reforzó el compromiso del ejército con la abolición de la esclavitud como objetivo central del conflicto. Pese a su contribución incuestionable, Harriet nunca recibió un salario oficial ni reconocimiento formal durante el conflicto, algo que tardaría décadas en comenzar a corregirse.

Al finalizar la guerra en 1865, y con la esclavitud finalmente abolida por la Decimotercera Enmienda, Harriet Tubman regresó a Nueva York. Pero su labor no terminó ahí: su lucha por la justicia social y los derechos civiles continuaría durante el resto de su vida.

Vida después de la guerra y activismo por los derechos civiles (1865–1913)

Al terminar la Guerra Civil en 1865, nuestro personaje histórico regresó a Auburn, Nueva York, donde había establecido su hogar años antes. Aunque la esclavitud había sido abolida legalmente, la lucha por la igualdad real apenas comenzaba. Harriet dedicó el resto de su vida a diversas causas humanitarias y sociales, enfrentando la pobreza, el racismo institucional y la desigualdad de género con la misma determinación que había demostrado como conductora del Ferrocarril Subterráneo.

Durante años, Tubman peleó para obtener una pensión del gobierno federal por sus servicios durante la guerra. A pesar de que había trabajado como espía, enfermera y guía militar, el gobierno se negó durante mucho tiempo a reconocer su contribución formalmente. Tras décadas de esfuerzo, logró obtener una modesta pensión en 1899, gracias al reconocimiento de su servicio como enfermera. Nunca fue compensada adecuadamente por su rol como espía o por su liderazgo en la expedición del río Combahee.

Trabajó para su comunidad hasta el final de sus días

En Auburn, construyó una casa para personas negras ancianas y necesitadas, a menudo financiada con donaciones y ventas de sus propios bienes. Este lugar, llamado el «Hogar de Harriet Tubman para los Ancianos de Color», fue uno de sus proyectos más queridos y un reflejo de su compromiso con los más vulnerables. También acogió a familiares y amigos en su casa, viviendo de forma modesta pero generosa hasta el final.

Además, se convirtió en una firme defensora del sufragio femenino, trabajando junto a figuras como Susan B. Anthony. Participó en convenciones y ofreció discursos, donde hablaba no solo de la igualdad racial, sino también de la necesidad de reconocer los derechos políticos de las mujeres. Su presencia en estos espacios fue una inspiración y una afirmación poderosa de la intersección entre raza y género.

Finalmente, Harriet Tubman falleció el 10 de marzo de 1913, a los 90 o 91 años, en el hogar que ella misma ayudó a fundar. Murió rodeada de personas a quienes había ayudado y guiado. Sus últimas palabras, según quienes la acompañaron, fueron: “He terminado; ahora me voy a ver a Jesús.” A lo largo de su vida, Tubman no buscó gloria personal ni reconocimiento. Vivió y murió como una sierva del pueblo y de la justicia, dejando un legado que ha trascendido generaciones.


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