Juana de Trastámara, conocida históricamente como Juana la Beltraneja, fue una figura clave en las disputas dinásticas de la Castilla del siglo XV. Nacida en 1462, fue proclamada reina en un contexto de luchas políticas y acusaciones que pusieron en entredicho su legitimidad. Su vida y legado se encuentran marcados por la rivalidad con Isabel la Católica, lo que la convierte en un personaje fascinante dentro de la historia de España.

Los primeros años de Juana la Beltraneja

Juana de Trastámara nació el 28 de febrero de 1462, hija del rey Enrique IV de Castilla y de Juana de Portugal. Su nacimiento fue motivo de celebración en un principio, ya que Enrique IV había tenido dificultades para tener descendencia. Sin embargo, pronto comenzaron a surgir rumores que cuestionaban la paternidad de Juana, afirmando que en realidad era hija de Beltrán de la Cueva, uno de los favoritos del rey. Estos rumores se vieron alimentados por las intrigas de la nobleza y el descontento con el reinado de Enrique IV, lo que llevó a que Juana fuese apodada “la Beltraneja”.

Una infancia poco común

Durante su infancia, Juana fue proclamada princesa de Asturias en 1462, lo que la convertía en heredera al trono de Castilla. A pesar de esto, el ambiente político en torno a su legitimidad era turbulento. Varios sectores de la nobleza castellana, que desconfiaban de la figura de Enrique IV y se oponían a su favoritismo hacia ciertos nobles, utilizaron la supuesta ilegitimidad de Juana como excusa para retirar su apoyo a la niña y promover la figura de Isabel, la media hermana de Enrique IV, como una candidata más legítima al trono.

En cuanto a su educación, se conoce poco sobre los detalles específicos de su crianza, pero es probable que, como hija de la realeza, recibiera la educación propia de una infanta castellana. Su madre, Juana de Portugal, desempeñó un papel relevante en su vida durante esos primeros años.

Su infancia estuvo profundamente marcada por la inestabilidad política y las luchas dinásticas que rodeaban a su familia. A medida que Juana crecía, la cuestión de su sucesión al trono se volvía cada vez más conflictiva, y su vida política fue desplazando rápidamente cualquier posible normalidad en su infancia.

¿Dónde estuvo encerrada Juana la Beltraneja?

De niña, Juana la Beltraneja fue recluida en el Castillo de Alaejos, una fortaleza en la provincia de Valladolid, durante una etapa crítica de su vida.

En 1465, cuando Juana tenía apenas tres años, se produjo el llamado “Golpe de Farías”, en el que un grupo de nobles descontentos con el rey Enrique IV lo obligó a abdicar en favor de su medio hermano, el infante Alfonso, mediante un acto conocido como la Farsa de Ávila. En este acto simbólico, los nobles despojaron públicamente a Enrique IV de sus atributos reales y proclamaron rey a Alfonso. A partir de este momento, el conflicto entre los partidarios de Alfonso y los de Enrique, y más tarde entre Isabel la Católica y Juana, comenzó a intensificarse.

Para proteger a Juana durante esta convulsa etapa, Enrique IV decidió alejarla del peligro y la envió a diversas fortalezas, siendo el Castillo de Alaejos una de ellas. Allí, custodiada, lejos de la corte y del alcance de las conspiraciones que amenazaban su futuro. Esta reclusión, aunque temporal, simbolizó el creciente aislamiento de Juana la Beltraneja, cuya legitimidad y derecho al trono era custionado.

¿Qué parentesco tenía Isabel la Católica con Juana la Beltraneja?

Isabel la Católica y Juana la Beltraneja eran primas hermanas. Isabel la Católica cuyo nombre completo era Isabel I de Castilla era hija de Juan II de Castilla y de su segunda esposa Isabel de Portugal.

Por otro lado Juana la Beltraneja era hija de Enrique IV de Castilla que era hermano de Isabel la Católica y de su segunda esposa Juana de Portugal quien además era hermana de Isabel de Portugal madre de Isabel la Católica. Esto significa que ambas compartían los mismos abuelos maternos el rey Juan I de Portugal y su esposa Felipa de Lancaster lo que las convertía en familiares cercanas.

A pesar de este parentesco la relación entre Isabel y Juana era tensa debido a la disputa por el trono de Castilla ya que tras la muerte de Enrique IV, Juana la Beltraneja fue proclamada reina por una parte de la nobleza mientras que Isabel también reclamaba el trono lo que desembocó en la Guerra de Sucesión Castellana que enfrentó a ambas por la corona.

¿Quién era el supuesto padre de Juana la Beltraneja?

El supuesto padre de Juana la Beltraneja era Beltrán de la Cueva, un noble castellano que fue favorito del rey Enrique IV de Castilla, esposo de Juana de Portugal y padre legal de Juana la Beltraneja. La paternidad de Enrique IV fue puesta en duda por muchos, y se difundió el rumor de que Juana en realidad era hija de Beltrán de la Cueva, debido a la supuesta impotencia del rey Enrique.

Este rumor fue promovido por los enemigos del monarca y quienes apoyaban a Isabel la Católica, y de ahí el apodo de “la Beltraneja”, en alusión a Beltrán de la Cueva. Este cuestionamiento de la legitimidad de Juana fue un factor clave en las disputas por el trono de Castilla, lo que llevó a la Guerra de Sucesión Castellana.

Causas y desencadenantes de la Guerra de Sucesión entre Juana la Beltraneja e Isabel de Castilla

La Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479) se desencadenó principalmente por tres factores. El primero fue la cuestionada legitimidad de Juana la Beltraneja desde su nacimiento en 1462

El segundo factor fue el apoyo político y matrimonial de Isabel la Católica. En 1469, Isabel se casó con Fernando de Aragón, lo que fortaleció su posición política y le aseguró el respaldo de un reino poderoso. Este matrimonio alteró el equilibrio de poder en Castilla y aumentó el apoyo a Isabel como sucesora legítima de Enrique IV, su medio hermano.

El tercer factor fue la división de la nobleza castellana. Mientras algunos nobles apoyaban a Juana la Beltraneja, otros favorecían a Isabel, buscando fortalecer su influencia en la corte y obtener favores. Estas facciones crearon un clima de inestabilidad, que finalmente estalló en un conflicto armado.

La guerra por el trono de Castilla

La Guerra de Sucesión Castellana comenzó en 1475 como resultado de la lucha por el trono de Castilla entre Juana la Beltraneja e Isabel la Católica, dos rivales dinásticas con derecho al trono. La muerte del rey Enrique IV en 1474 dejó a Castilla en una situación complicada, ya que tanto Juana, su hija, como Isabel, su media hermana, reclamaban la corona.

Al morir Enrique IV, Isabel se autoproclamó reina en Segovia, confiando en el respaldo de un importante sector de la nobleza castellana y su alianza matrimonial con Fernando de Aragón. Por otro lado, Juana fue proclamada reina por sus partidarios, especialmente por el rey Alfonso V de Portugal, quien además se casó con ella en 1475 en un intento por legitimar su reclamo. El apoyo portugués a Juana era crucial, pues Castilla no solo era clave en la política peninsular, sino también en el creciente poderío atlántico.

Batalla de Toro y guerra naval por el trono

El conflicto no tardó en escalar a una guerra abierta, donde Fernando de Aragón se destacó como comandante de las tropas isabelinas. La guerra estuvo marcada por una serie de batallas decisivas, siendo la Batalla de Toro en 1476 una de las más significativas. Aunque el resultado de la batalla fue ambiguo desde un punto militar, los partidarios de Isabel la Católica lo presentaron como una victoria por los partidarios de Isabel, consolidando su imagen de monarca legítima.

Esta batalla resultó crucial para desmoronar el apoyo a Juana en Castilla, ya que muchos nobles que la apoyaban empezaron a cambiar de bando al percibir a Isabel como la futura reina de un reino unido con Aragón.

Otro punto importante fue la guerra naval entre Castilla y Portugal, que se libró en las costas atlánticas. Los enfrentamientos navales fueron decisivos en la lucha por el control del comercio marítimo y las rutas hacia el Atlántico. Castilla, con el apoyo de la marina aragonesa, logró frenar los avances portugueses, inclinando la balanza hacia Isabel.

El Tratado de Alcazobas pone fin a la guerra

El conflicto finalmente terminó con el Tratado de Alcazobas en 1479, en el cual Alfonso V de Portugal renunció a su apoyo a Juana y aceptó la legitimidad de Isabel y Fernando como los monarcas de Castilla. Los vencedores obligaron a Juana a retirarse a Portugal, donde vivió el resto de su vida recluida en conventos.

Archivo de la notificación que los reyes hicieron en marzo de 1480 a su asistente en Sevilla, Diego de Merlo con lo acordado en el Tratado de Alcazobas
Archivo de la notificación que los reyes hicieron en marzo de 1480 a su asistente en Sevilla, Diego de Merlo con lo acordado en el Tratado de Alcazobas. Fuente: Wikipedia

El tratado también dividió las esferas de influencia en el Atlántico, reconociendo los derechos de Portugal sobre las islas Madeira, Azores y Cabo Verde, mientras Castilla se aseguró las islas Canarias. Este conflicto fue determinante no solo para la política peninsular, sino también para el dominio atlántico, marcando el inicio de la expansión marítima castellana y la rivalidad ibérica en ultramar.

Consecuencias de la Guerra de Sucesión Castellana

Las consecuencias de la Guerra de Sucesión Castellana fueron fundamentales para la historia de la Península Ibérica y la consolidación del poder de los Reyes Católicos. En primer lugar, la victoria de Isabel y Fernando en la guerra garantizó la unión de Castilla y Aragón, lo que sentó las bases para la futura unificación de España bajo una sola corona.

Esta unión, aunque mantenía a ambos reinos como entidades políticas separadas, marcó el inicio de un proyecto político común que sería crucial para la expansión territorial y el fortalecimiento de la monarquía.

En segundo lugar, el Tratado de Alcazobas no solo selló la paz entre Castilla y Portugal, sino que también dividió las esferas de influencia atlántica entre ambos reinos. Este acuerdo fue clave para la futura expansión marítima de Castilla, que a través de la posterior firma del Tratado de Tordesillas en 1494, consolidaría su derecho a explorar y conquistar gran parte del continente americano.

Finalmente, la derrota de Juana la Beltraneja y su reclusión en Portugal sellaron su destino como una figura marginada de la historia, y la victoria de Isabel fortaleció la imagen de los Reyes Católicos como líderes de una monarquía estable y poderosa.

Exilio en Portugal y últimos años de vida

Los últimos años de Juana la Beltraneja estuvieron marcados por el aislamiento y la reclusión, lejos del poder y la política que habían dominado su juventud. Tras su derrota en la Guerra de Sucesión Castellana y la firma del Tratado de Alcáçovas en 1479, Juana fue obligada a renunciar a sus derechos al trono de Castilla. Nuestro personaje histórico se retiró a Portugal, donde vivió el resto de su vida en reclusión.

En el tratado, Juana recibió dos opciones: casarse con el príncipe Juan, el hijo de Isabel la Católica y Fernando de Aragón, lo que la habría integrado dentro de la familia real de sus rivales, o retirarse a un convento. Juana eligió la segunda opción, probablemente como un gesto de resistencia, y la enviaron al Convento de Santa Clara en Coímbra, Portugal, donde vivió gran parte de su vida posterior.

Aunque ingresó al convento, nunca tomó los votos formales de monja, lo que sugiere que su reclusión fue más una medida política que una decisión religiosa. A pesar de su aislamiento, Juana continuó siendo una figura simbólica para aquellos que habían apoyado su reclamo al trono, aunque su influencia fue disminuyendo con el paso del tiempo. Juana vivió durante décadas en el convento, hasta su muerte el 12 de abril de 1530, a los 68 años de edad.

El legado de Juana la Beltraneja

A pesar de su derrota en la guerra de sucesión, Juana la Beltraneja sigue siendo una figura de gran interés histórico. Su vida simboliza los conflictos de poder y las intrigas dinásticas que definieron la política de la época, y su lucha por el trono rivalizó con el ascenso de Isabel la Católica, una de las monarcas más influyentes de la historia de España.

Muchos historiadores debaten si Juana fue víctima de las circunstancias, atrapada en un juego de poder entre nobles y reyes, o si verdaderamente tenía aspiraciones de gobernar Castilla. Lo cierto es que su historia refleja las tensiones sociales y políticas que marcaron la transición de la Edad Media a la Edad Moderna en la península ibérica.

Juana la Beltraneja en el cine

Juana la Beltraneja ha sido una figura relativamente poco explorada en el cine y la televisión, especialmente en comparación con otros personajes históricos como los Reyes Católicos. Sin embargo, su historia ha aparecido de manera indirecta o secundaria en producciones que tratan sobre la historia de España en el siglo XV. A continuación se destacan algunos ejemplos relevantes:

“Isabel” (2011-2014) – Esta serie de televisión española, emitida por TVE, narra la vida de Isabel la Católica desde su juventud hasta su consolidación en el trono de Castilla. Aunque la serie está centrada en Isabel, la figura de Juana la Beltraneja aparece en los episodios que cubren la Guerra de Sucesión Castellana. La actriz Carmen Sánchez interpreta a Juana la Beltraneja, y aunque su papel es secundario, su lucha por el trono y su reclusión posterior son parte del desarrollo de la historia. La serie tiene un enfoque dramático y detallado de la política castellana, lo que ofrece un contexto para entender la rivalidad entre ambas.

Michelle Jenner interpreta a Isabel de Castilla en la serie "Isabel"
Michelle Jenner interpreta a Isabel de Castilla en la serie “Isabel”

“La corona partida” (2016) – Esta película, continuación de la serie Isabel, se centra en los acontecimientos tras la muerte de Isabel la Católica y cómo su esposo, Fernando de Aragón, y su hija, Juana la Loca, manejan la situación política. Aunque Juana la Beltraneja no aparece directamente en la trama, se menciona su historia en relación con los conflictos dinásticos del reino.


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